Carta 5: La ansiedad por el futuro nos perturba
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La ansiedad por el futuro nos perturba. Debemos acomodarnos al presente y no proyectar nuestra mente en lo lejano
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La perseverancia con que te esfuerzas, renunciando a todo lo demás, en la empresa única de ser mejor cada día, recibe mi aprobación y me llena de placer, y no solamente te exhorto a que te mantengas en ella, antes te lo ruego. Te advierto que no hagas aquellas cosas en forma que aparezcan ostensibles a los demás en tu exterior o en el género de tu vida, a manera de aquellos que lo que desean no es aprovechar, sino ser vistos.
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Huye del rústico desaseo, de los cabellos en desorden, de la barba mal cuidada, de declarar tu odio a la platería, de hacerte la cama en el suelo, y de cualquier otra cosa que ande tras el prestigio por falsos caminos. Harto mal visto es el propio nombre de la filosofía, ni que se ostente con naturalidad; ¿qué acontecería si comenzásemos a separarnos de las usanzas corrientes en los hombres? Bien que sea distinto nuestro interior, pero nuestro exterior tiene que mostrarse concorde con el del pueblo.
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Que no sea manchada nuestra toga, pero que no resplandezca; no debemos poseer platería incrustada con cincelados de oro macizo, aunque no debemos tener por cierto indicio de frugalidad la carencia de oro y plata. Procuremos llevar una vida mejor que la de la gente vulgar, pero no opuesta a la de ésta; de lo contrario se apartarían de nosotros con aversión aquellos a quienes queremos enmendar. Incluso llegaríamos a ser causa de que no quisiesen imitar nada de nosotros, temerosos de tener que imitarlo todo.
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Antes que nada, la filosofía debe proponerse el sentido común, la benevolencia y el compañerismo, pues el buscar la diferencia nos alejaría de aquel propósito. Atendamos a que estas cosas, con las cuales nos proponemos despertar admiración, a fin de cuentas, no resulten ridículas y odiosas. Hete aquí que nuestro propósito es vivir conforme a naturaleza, y es contrario a naturaleza violentarnos el cuerpo, odiar la simple limpieza, mostrar inclinación al desaseo y tomar alimentos, no sólo groseros, sino sucios y repugnantes.
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De la misma manera que desear cosas delicadas es propio de la sensualidad, también huir de las usuales y adquiribles por poco precio es propio de la demencia. La filosofía exige frugalidad, pero no castigo; y la frugalidad puede perfectamente ser condicional. La medida que me place es la de atemperar la vida entre las buenas costumbres y las públicas, en forma que todo el mundo admire nuestra vida y todo el mundo la comprenda.
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«Pues, ¿qué? ¿Haremos lo mismo que los demás? ¿No debe existir ninguna diferencia entre nosotros y ellos?» Mucha: es menester que aquel que nos considere de cerca no nos descubra iguales a la gente vulgar. Que si penetra en nuestra morada admire más a nosotros que a nuestro ajuar. Es grande quien sabe utilizar la vajilla de alfarero como si fuese de plata, pero no es menor aquel que sabe utilizar la vajilla de plata como si fuese de arcilla. No saber soportar las riquezas es propio de alma endeble.
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Puedo hacerte asimismo partícipe del logro de hoy; te diré que he encontrado en nuestro Hecatón que el fin de los deseos significa igualmente el fin de los temores. «Si terminas de esperar, terminarás también de temer.» Puedes decirme: «¿Cómo es que cosas tan dispares puedan ir de lado?». Así es, querido Lucilio; con todo y parecer divergentes, van juntas. Tal como la misma cadena ata el preso al soldado, así vemos que estas cosas tan dispares caminan una en pos de otra: el temor sigue a la esperanza.
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No me maravilla que sea de este modo, ya que ambas son propias de un alma carente de resolución, angustiada ante el porvenir. La causa principal de aquellos dos sentimientos es que no sabemos acomodarnos a las circunstancias presentes, sino que remitimos el pensamiento hacia delante, a la idea de un futuro remoto. Así es como la previsión, bien supremo de la naturaleza humana, se torna en mal.
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Las fieras huyen de los peligros que ven, y cuando han huido están tranquilas; nosotros nos atormentamos por el futuro y el pasado. Muchos de nuestros bienes nos dañan, ya que la memoria nos presenta el tormento del miedo y la previsión la anticipa. No hay nadie que sea desgraciado sólo por las cosas presentes.