Carta 25: Séneca reflexiona sobre cómo ayudar a dos amigos de distintas edades
25
Séneca reflexiona sobre cómo ayudar a dos amigos de distintas edades
1
En lo que se refiere a nuestros dos amigos, es menester que procedamos por vía diferente; a uno de ellos es necesario enmendarle los vicios, al otro es preciso quebrárselos. Procederé con toda libertad; tengo que hacerle daño, pues de otro modo no le demostraría afecto. «Pues, ¿qué? —dices— ¿piensas mantener bajo tu tutela a un pupilo de cuarenta años? Considera su edad ya bastante madura; ya no puede ser reformado, porque sólo se amasa lo que es tierno.»
2
Ignoro si voy a sacar algún provecho, pero prefiero que me falte el éxito que la fe. No desesperes de poder sanar aun a los enfermos antiguos si te mantienes firme contra sus intemperancias y les fuerzas a hacer y soportar muchas cosas contra su voluntad. No tengo tampoco gran confianza en el otro; pero éste aún se avergüenza de pecar, y precisa alimentar este pudor que dejará lugar a la esperanza mientras tal pudor se mantenga en su espíritu.
3
A aquel inveterado creo que se le ha de compadecer más a fin de que no caiga en la desesperación. Ningún tiempo más a propósito que aquel intervalo de reposo en el cual toma el aspecto de uno que ha logrado corregirse. Otros fueron engañados por esta intermitencia; yo no me hago ninguna ilusión, pues no dejo de esperar que los vicios volverán y con gran usura; harto sé que han cesado por ahora, pero que no han desaparecido. Emplearé todo el tiempo que precise, intentaré ver si puede hacerse alguna cosa o no se puede hacer nada.
4
Tú fortalécete como haces, y aligérate de cargas enojosas. Nada de lo que poseemos es necesario: precisa volver a la ley de la Naturaleza. Tenemos las riquezas a nuestro alcance, pues lo que te hace falta, o es gratuito, o es barato; la Naturaleza sólo nos obliga a pan y agua. Nadie, en realidad, carece de estas dos cosas; todo aquel que a ellas limite su deseo, podrá rivalizar en felicidad con el propio Júpiter, según dice Epicuro, del que te incluyo unas palabras en esta carta.
5
«Haz —dice— todas las cosas como si Epicuro te estuviese mirando.» Es, sin duda, cosa provechosa imponerse un vigilante y tener a quién levantar los ojos sabiéndole presente en tus pensamientos. Mucho más admirable es, ciertamente, vivir como si tuvieses encima la mirada de algún varón virtuoso y siempre presente, pero yo me daría por satisfecho con que realizases todos tus actos como si alguien, cualquiera, te estuviese contemplando, porque es la soledad la que nos sugiere todas las maldades.
6
Cuando hayas avanzado ya lo bastante para que puedas sentir respeto por ti mismo, sólo entonces te será permitido prescindir del instructor; mientras, mantente bajo la autoridad de alguien, sea Catón, sea Escipión, sea Lelio o cualquier otro, hombres ante cuya presencia aun los seres más perdidos suprimirían los vicios, hasta tal punto que te tornes como para no atreverte a pecar ni a solas. Cuando lo hayas alcanzado, cuando comiences a tener alguna estima de ti mismo, comenzaré a permitirte aquello que aconseja el propio Epicuro: «Más que nunca debes retirarte en ti mismo cuando te veas forzado a ponerte en contacto con la turba».
7
Es menester que te hagas diferente de la multitud. Mientras el retiro en ti mismo no te procure una seguridad suficiente, vuelve los ojos a los hombres que te rodean, pues no existe nadie que no se encuentre más seguro con cualquier otro que consigo mismo. «Más que nunca debes retirarte en ti mismo cuando te veas forzado a ponerte en contacto con la turba», siempre que seas hombre virtuoso, hombre pacífico, hombre temperante. De otra forma, debes ir con la turba para apartarte de ti mismo, pues yendo sólo contigo andas demasiado cerca de un malvado.