Carta 35: La amistad basada en la sabiduría es perdurable
35
La amistad basada en la sabiduría es perdurable
1
Cuando tan encarecidamente te ruego que estudies, obro en interés propio. Quiero poseer tu amistad, y este bien no me correspondería si no siguieras perfeccionándote como comenzaste. Porque ahora tú me quieres, pero no eres amigo mío. ¿Pues, qué? ¿Son distintas ambas cosas? Distintas y aún más: desemejantes. Quien es amigo, quiere; quien quiere, no siempre es amigo. Por tal razón la amistad es en todo caso provechosa; el amor, a veces, hasta puede ser nocivo. Si no por otra cosa, progresa para poder amar.
2
Afánate, pues, ya que podría darse el caso de que perfeccionándote para mí fuera otro quien se aprovechase. Es cierto que yo voy recogiendo el fruto cuando imagino que nosotros dos formaremos una misma alma, cuando pienso que todo el vigor que mi edad ha perdido la tuya me lo devolverá, pues no queda la tuya a mucha distancia de la mía; pero, a pesar de todo, quisiera gozar de una verdadera realidad.
3
Recibimos gozo de los que amamos, aunque se hallen ausentes, pero es un gozo leve y huidizo; el aspecto, la conversación, nos ofrecen un deleite vivo, claro que siempre que el amigo que tienes delante no sea solamente el que quieres, sino como lo quieres. Apórtame, pues, el gran presente de ti mismo, y a fin de apresurarte en tu presente, piensa que eres mortal y que yo soy viejo.
4
Ven sin demora hacia mí, pero antes hacia ti mismo, progresa por el buen camino; mas antes de cualquier otra cosa, esfuérzate en ser coherente contigo mismo. Siempre que quieras hacer la prueba de si has progresado algo, mira si hoy quieres lo mismo que ayer; el cambio de voluntad delata un alma fluctuante que aparece, ya en un lugar, ya en otro, como a merced del viento. Lo que es firme y está bien fundamentado no anda errante; pero esta firmeza es un don del sabio y perfecto y, en cierta medida, de quien va avanzando y deja ya tras de sí mucho camino. ¿Qué diferencia existe? Éste se conmueve, mas no se mueve de lugar, aunque se balancee; el sabio, ni siquiera se conmueve.