II. La amistad, los amigos
II
LA AMISTAD, LOS AMIGOS
Séneca fue posiblemente el mejor amigo de sus amigos, pues la amistad fue para él el sentimiento más bello y poderoso que une a los seres humanos. De modo que el sentido de la alteridad y la práctica de la amistad deben conjugarse en una vida generosa y plena. La amistad es una práctica, una manera de ser, en la que deben confluir la reflexión, la confianza y el cariño. Según la norma de Teofrasto, debemos juzgar antes de elegir al amigo, antes de encariñarnos de él, y no al revés: encariñarnos del amigo y después juzgar. En el verdadero amigo debemos confiar tanto como en nosotros mismos. Sin compañía no es grata la posesión de ningún bien, ni de ningún saber. Hay que compartir y convivir con el amigo, aunque sea a distancia: para eso están las cartas, verdaderas conversaciones entre amigos ausentes. En la amistad, como en la vida, es indispensable la conducta, el ejemplo de la vida práctica, y no quedarse sólo en los preceptos, que la enredan y la hacen ineficaz. Debemos acercarnos a la amistad como a la cosa más bella, sin sentirnos atraídos por ninguna ganancia, ni amedrantados por un cambio de fortuna. Quien se acerque a la amistad por intereses personales, la despoja de su grandeza. Ella establece una comunidad de bienes entre nosotros: si quieres vivir para ti mismo, has de vivir para otros. Estar con el amigo es estar con uno mismo. Para el sabio de Córdoba los conceptos de amistad y amor son desemejantes: quien es amigo, ama; quien ama, no siempre es amigo. De modo que la verdadera amistad es siempre provechosa; el amor a veces hasta puede ser nocivo. De ahí que definiera el amor como una amistad enloquecida o una locura en la amistad.