Cartas a Lucilio

Carta 48: Comunidad de intereses en la amistad

48

Comunidad de intereses en la amistad

1

A la carta que me escribiste yendo de camino, tan larga como el propio camino, contestaré más tarde, puesto que me precisa retirarme y estudiar bien lo que he de aconsejarte. Pues, tú mismo que me pides consejo, te demoraste mucho antes de pedirlo; ¡cuánto más no tendré que demorarme yo, puesto que precisa más largo tiempo para resolver una cuestión que para proponerla! Y por añadidura, siendo tu conveniencia diferente de la mía.

2

¿Hablo otra vez con un epicúreo? Mi interés y el tuyo son uno mismo, pues yo no sería tu amigo si todo asunto tuyo no fuese también mío. La amistad establece entre nosotros comunidad de bienes: ninguna adversidad ni prosperidad afecta a uno solo de los dos, puesto que tenemos una misma vida. No es posible que viva feliz quien no dirige sus ojos más que a sí mismo y todo lo refiere a la propia utilidad: si quieres vivir para ti mismo es menester que vivas para otro.

3

La vigilancia diligente y fiel de esta hermandad que junta al hombre con el hombre y establece un derecho común en el linaje humano, ayuda mucho también a cultivar el íntimo compañerismo de amistad de que te hablaba, pues tendrá toda cosa común con el amigo quien tiene mucha con el hombre.

4

¡Oh Lucilio, el mejor de los hombres! Harto preferiría yo que estos sutiles maestros me enseñasen mis deberes hacia el amigo, hacia el hombre, que no cuántos significados tiene la palabra «amigo» y cuántos la palabra «hombre». La sabiduría y la estulticia siguen rutas muy opuestas. ¿A cuál de ellas me acercaré? ¿Qué partido quieres que tome? Para uno es igual hombre que amigo; para otro, «amigo» no es equivalente a «hombre»; aquél toma el amigo para ventaja suya, éste se entrega en ventaja del amigo. Tú, mientras, andas torturando palabras y separando sílabas.

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